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"Aquello que se escucha con el ojo: la iconografía musical en la encrucijada" de Ruth Piquer Sanclemente (Reseña)

Piquer Sanclemente, Ruth. “Aquello que se escucha con el ojo: La iconografía musical en la encrucijada.” En: Sineris. Revista de Musicología. No 9, marzo de 2013.

En su artículo, la autora se propone hacer una revisión histórica de la iconografía musical que le permita identificar su lugar entre el conjunto de estudios dedicados a la imagen desde el punto de vista histórico. Divide el artículo en tres apartados dedicando el primero a los orígenes de la iconografía musical, después a las fronteras disciplinares y finalmente, en la musical actual.

Los orígenes de la iconografía musical remiten a Cesare Ripa quien en 1593 define a la iconología como la “ciencia que explica y describe los símbolos y las alegorías”, es en su Tratado de Iconología donde expone la noción de que “la imagen está hecha para describir cosas distintas a las que ve el ojo”, es decir, más allá de lo que la imagen brinda como información directa. Sin duda, Cesare Ripa vislumbra las posteriores implicaciones que tendrá la iconología siglos adelante, aunque no de manera explícita o específica. Por su parte, la Ilustración entiende a la disciplina en su significado concreto: describir imágenes, sin embargo, carece de discriminación crítica y descarta la intencionalidad del artista y la obra per se. El siglo XX marca un regreso a las ideas de Cesare Ripa hasta la aparición de Émile Male, Aby Warburg y Erwin Panofsky, en particular éste último se convertirá en pionero al dividir la disciplina en dos campos: la iconografía y la iconología, la primera dedicada a su descripción formal y la segunda a su origen, transmisión y significado. Con Arnold Hauser se introduce al estudio el contexto social, los medios y los factores concretos en que se realizó la obra, hasta desembocar en una especie de perspectiva “micro cultural” que, a partir de Gombrich se centra en la intención y plasmación del artista. Es interesante hacer notar no sólo el lento proceso de desarrollo de la disciplina, sino además del bucle conceptual centrado en Ripa y la bifurcación de la triada Panofsky-Hauser-Gombrich que diversifica horizontes rumbo al periodo histórico más reciente.

Para Ruth Piquer, la iconografía musical se desarrolla en medio de las corrientes iconográficas e iconológicas precedentes. En la década de los 70´s ya están diferenciados géneros, temas artísticos, prácticas e instrumentos como objetos de estudio específicos y se impulsa la creación de organizaciones encaminadas a recuperar y preservar la memoria musical de la imagen; los 80´s harán hincapié en las metodologías incorporando la intención del artista y la contextualización de la imagen ahora ya como obra de arte; en los 90´s se multiplican los repertorios iconográficos siendo los museos, colecciones, revistas especializadas, elementos fundamentales para su difusión y que, junto a los proyectos y grupos de investigación quedará un círculo más cerrado respecto a la disciplina.

En la actualidad la iconografía musical se encuentra en una encrucijada que la lleva a replantear sus límites disciplinares, metodologías, temas y recursos. No solo se ha ampliado el concepto de soporte, sino además, derivado de la incursión de una línea científica de la musicología, se cuestionan la ambigüedad de sus límites y procedimientos dependientes de la visión “panofskyana” de la disciplina, incluso si podemos llamarla en realidad una disciplina o, como apunta Ruth Piquer, una multidisciplina. Esto queda evidenciado por los estudios recientes que encuentran cómo los usos y funciones de la música en un entorno social y cultural trascienden su propio espacio creativo al representarse en otro espacio, es decir, al hacerse imagen. De alguna manera, la imagen remite a algo más que su representación bidimensional y cobra implicaciones sonoras, gestuales, performáticas en el sentido amplio del término. La apuesta de Piquer es “colocar a la iconografía musical en el centro de la musicología” al ser capaz por sí misma, y parafraseando a su modo a Ripa, de “escuchar con el ojo”.

El trabajo de Piquer resulta interesante por su intento de situar a la iconografía musical frente al contexto de otras disciplinas. La estrecha relación inicial de la iconografía musical con la corriente desarrollada por Panofsky ha limitado, en cierta medida, su libre desarrollo, el cerco impuesto sobre la imagen ya no soporta las múltiples implicaciones de un arte sonoro, gestual, espacial y performático, es el gran dilema nietzscheano de intentar explicar con palabras la música. Sin embargo, considero que la disciplina ha llegado a un punto interesante, de ahí que la encrucijada lejos de ser un problema es un síntoma de independencia disciplinar, lo cual puede ser benéfico. El reto es enorme si se piensa que estas reflexiones implican replantear el “por qué” de su existencia en tanto disciplina, sus procesos metodológicos y sus fines. Difiero, sin embargo, de la intención final de Piquer respecto a colocar a la iconografía musical en el centro de toda la musicología: si bien es cierto que la iconografía es fundamental para entender el hecho musical, considero que su lugar más adecuado es siendo una rama auxiliar, no por ello menos valiosa, de la musicología en general, pero independizada y abierta, tanto teórica como metodológicamente, de su origen.

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