En Oriente la arquitectura religiosa islámica destaca por la capacidad de significación de sus manifestaciones, cargadas de elementos religiosos y filosóficos. La noción de Dios, de un universo que crea el espacio para transitar en él por mediación del intelecto, es uno de los aspectos fundamentales para entender la mezquita como espacio de oración.
En este ensayo se reflexiona sobre la mezquita en tanto espacio arquitectónico idóneo para la oración. A partir de la revisión de los elementos propiamente arquitectónicos, se ponen en juego diversos factores filosóficos, teológicos así como culturales que permiten entender la importancia de estos espacios de culto.
I
A fines del siglo VII, dos o tres generaciones después del origen del islam, las funciones y la tipología de la mezquita como arquitectura religiosa ya estaban plenamente definidos. A grandes rasgos, su desarrollo se dio así: Primero se pasa de las primeras mezquitas con sus salas de columnas hipóstilas soportadas por columnas repartidas en el espacio; después por la existencia de un patio central rodeado por sus cuatro lados por salas abovedadas que se abren al patio; y finalmente el recinto central de tipo iraní con cúpula abovedada de los otomanos en el siglo XI. La mezquita no solo es un espacio arquitectónico sino que además tiene un importante componente simbólico-religioso. Los elementos que conforman una mezquita tienen una doble atribución: por un lado es un espacio funcional capaz de albergar a los fieles de acuerdo al rito religioso y, por otro, tiene una connotación simbólica que tiene que ver con el pensamiento filosófico y religioso.
El primer elemento de la mezquita es el mihrab, un nicho que marca la quibla, es decir, la dirección de oración y recuerda también la presencia del profeta. Así por ejemplo, la lámpara del mihrab hace referencia a la presencia divina y al carácter de universalidad que adquiere el dogma.
El segundo elemento, aunque no menos importante, es el alminar, lugar donde el muecín llama a los fieles a la oración. Aquí también vemos una evolución, de ser primero una representación visual ahora lo vemos como un espacio físico al interior de la mezquita. (Hattstein-Delius, 2007: 44)
El tercer elemento es la representación caligráfica en los muros exteriores e interiores de la mezquita, la arquitectura se convierte así en un auténtico libro de enseñanza que guía al fiel a los preceptos religiosos. Aquí hay una diferencia ontológica fundamental entre la imagen y la palabra: mientras que la imagen representa una realidad, la palabra es la encarnación visible de la palabra divina. De ahí el carácter abstracto de la decoración al interior de la mezquita.
Finalmente, el cuarto elemento es el espacio arquitectónico, la mezquita es el espacio idóneo para la contemplación y la meditación: el espacio es en sí mismo una representación material de lo divino, pero por otro lado, la ausencia de imágenes evita toda distracción al fiel en su búsqueda por el camino divino que ofrece el espacio arquitectónico de la mezquita.
II
Próxima al barrio comercial, la mezquita de Edirne fue fundada en 1403. Sus dimensiones son 49 x 46 metros con bóvedas esféricas sostenidas por nueve imponentes pilares de piedra. El eje central con el nicho de oración al final es realzado por el tamaño y la forma de las cúpulas. El espacio para la oración justifica la concepción transversal de la sala, al colocarse las filas delante de la pared del mihrab. (Hattstein-Delius, 2007: 544)
Como podemos apreciar, ambos elementos que complementan el espacio arquitectónico refieren a una direccionalidad o camino. Aquí la dirección de las líneas ortogonales y oblicuas propias de la arquitectura de la mezquita trascienden el espacio físico y devienen en una concepción religiosa del mundo.
La idea inicial de la existencia de un “camino” o “viaje” en el mundo islámico proviene del mismo Corán. Como tal, el Corán es la ley o camino que Dios ha trazado al hombre para ser transitado. Se trata de un camino que, a diferencia de lo que pudiera pensarse, reclama conocimiento, reflexión, deliberación, en suma, un saber. (Ramón Guerrero, 2007: 162) Dice al respecto Rafael Ramón Guerrero:
“La unión de las metafísicas del Ser de Aristóteles y la del Uno de Plotino tuvo como consecuencia una concepción de la realidad en la que metafísica, cosmología y antropología quedaron vinculadas entre sí, siendo su punto de unión la doctrina del Intelecto a la que todos los filósofos hubieron de aplicarse.” (2007:167-168)
El diseño de la planta arquitectónica de la mezquita concuerda con la idea de “camino” que expresa el Corán. El eje central conduce al fiel al espacio de oración o mihrab, pero a su paso se encuentra flanqueado por columnas con la representación de los pasajes del Corán. La amplitud, altura y luminosidad de la cúpula recuerda la unicidad de Dios gracias al espacio interior.
Para Avicena, y éste siguiendo a al-Farabi, Dios es un intelecto que se piensa a sí mismo y, por la sobreabundancia de ser que posee, da lugar a un proceso de emanación que es el inicio de la multiplicidad de lo existente. Por su parte, Averroes plantea la unicidad de verdad intelectiva y hace la distinción entre los objetivos perseguidos por el teólogo y del filósofo, llegando a la conclusión de que la verdad es solo una y lo que existe más bien son errores en la interpretación de una misma verdad. (Ramón Guerrero, 2007)
A través de la mezquita el fiel puede realizar esta labor intelectiva que exige la propia naturaleza creadora de Dios, queda entendido así la necesidad del trabajo intelectual como un movimiento ya que si Dios es el camino, la arquitectura propia de la mezquita con sus espacios ortogonales y oblicuos mueve al fiel a la acción intelectiva para recorrer dicho camino.
La arquitectura no solo es propicia para esta labor sino que está pensada para ese fin, de ahí la carencia de representaciones visuales de Dios y la carencia de elementos superfluos. Queda entonces el propio espacio arquitectónico y la palabra escrita en los muros como elementos propiciatorios de esa meditación y concentración que, como ya habíamos dicho, exige la propia religión.
Conclusión
La mezquita cumple una función de vía hacia Dios no sólo en el ámbito puramente físico-arquitectónico sino además como significación simbólica. El espacio abre la posibilidad, junto con la palabra escrita, de ubicar de manera abstracta el camino que traza Dios en tanto ser intelectivo.
La filosofía y la teología islámica contribuyen de manera importante a la comprensión de la mezquita como espacio religioso, dando a sus elementos un significado mayor.
Referencias
Hattstein, Markus; Delius, Peter. El islam. Arte y arquitectura. Editorial Konemann. Italia, 2007.
Ramón Guerrero, Rafael. “Averroes: Cosmología y filosofía.” Revista Ciencia y Cultura en la Edad Media. Actas VIII y X. Canarias, noviembre de 2007.