“Ballet mecanique” (1924) del artista normando Fernand Leger (1881-1955), es un filme sin argumento, silente y opera prima del pintor cubista. Estrenada en Viena en el Internationale Ausstellung neuer Theatertechnik como el primer intento de sincronización mecánica de un filme con música, es considerado una obra maestra del cine vanguardista. A través de un interesante trabajo experimental con formas visuales cinematográficas, el autor propone una estética en la cual el tiempo visual rompe la relación entre la forma y la función de los objetos, para elaborar con ellas nuevas posibilidades expresivas.
Un Charlot nos da la bienvenida gracias a la movilidad que le brinda la técnica del collage y los sucesivos fotogramas de la toma. El péndulo como objeto será el leit motiv en torno al cual Fernand Leger desarrolla toda su propuesta estética: la mujer que se mece en un columpio, la alternancia de ojos que se abren y cierran, la boca en actitud sonriente y seria, un rostro femenino que transita por diversos estados anímicos, otro más, ahora masculino, que parece emerger de entre las formas abstractas.
En la puesta en cuadro, los objetos filmados adquieren autonomía con respecto a la forma y, ya independizados, se abren a la experimentación. Las formas filmadas son de tres naturalezas distintas: por un lado, aquellas que derivan de los objetos cotidianos, desde la circularidad de un sombrero, la verticalidad de un zapato o de una botella, el ritmo visual de ollas y cucharones de cocina, el encuadre contrapicado de automóviles que pasan por encima de la cámara, piernas de maniquí acompañadas de un reloj, hasta la complejidad formal de las máquinas; por otro lado, las que derivan de la interacción humana, como la del hombre en la resbaladilla (sin olvidar su relación con el émbolo mecánico mediante un efectivo montaje por analogía y que lo vincula al primer tipo de formas filmadas), los pies de los soldados en marcha, una mujer subiendo escaleras o el movimiento real de la cámara ante una estatua humana; finalmente, las formas geométricas puras, secuencias de triángulos y círculos blancos que se alternan entre las dos formas filmadas anteriores y que nos recuerdan también su vocación formal.
Una didascalia con la frase “Nos robamos un collar de perlas de 5 millones” constituye otro motivo para la experimentación, alternando fragmentos de la frase con triadas de numerales en cero. El juego visual se acerca a su fin, nos reencontramos con Charlot que se despide para luego deconstruirse y salir de cuadro. En la última escena, una mujer se aproxima y se aleja a una flor para apreciar su aroma en varias ocasiones gracias al montaje, una reminiscencia al movimiento pendular que fuera leit motiv del filme.
Sin duda, el “Ballet mécanique” de Fernand Leger es una de las obras maestras del cine por la experimentación de la forma visual cinematográfica y un montaje que se deja conducir por la forma y no por la racionalidad que da la función de los objetos. En la autonomía de los objetos filmados, del no-argumento, la forma parece danzar con la soltura y la libertad de un movimiento hasta entonces no experimentado por el cine.