A Clockwork Orange (“La naranja mecánica”) de Stanley Kubrick (1928-1999), es un film de ciencia ficción con un inteligente guión, adaptación de la novela homónima de Anthony Burgess. A través de un efectivo manejo del lenguaje, la incorporación del nadsat añade una inusitada vitalidad al film, sin que ello represente una pérdida de la relación significado-significante en la narratividad del film. Es de destacar la banda sonora que otorga un excepcional balance respecto a la violencia visual de la historia.
Ambientada en la Inglaterra del futuro, el film muestra una forma de habitar que ofrece pocas o nulas posibilidades para una nueva generación que encuentra en la droga, la violencia, el sexo y la música, un escaparate para negar su condición social. Es notoria la brecha generacional entre el anciano, un borracho que añora un mundo de ley, orden y respeto; los adultos, conformistas y sumisos ante el mundo moderno; y la juventud que deviene en rebeldía al sistema de instituciones.
Alex DeLarge (Malcolm McDowell), el protagonista, asume dos papeles dentro del campo social: en lo privado, forma parte de una familia nuclear, con unos padres conformistas y sin autoridad; en lo público, es líder de una banda de droogos (amigos) que, junto a Pete (sumiso y manipulable), Georgie (autor intelectual en rebeldía contra el líder) y Dim (ejecutor y sin capacidad de decisión), ejercen la ultra-violencia por la ciudad. El hogar (lo privado) y la calle (lo público) aparecen como mundos antagónicos; en ese continuo ir y venir adverso, Alex, siempre insatisfecho, incrementa la violencia dentro de un círculo que parece cerrarse debido al contexto social que vive. Un fortuito encuentro con BillyBoy y su banda, ejemplificará mejor que cualquier escena la disputa por el espacio público: en aquel “teatro del mundo” sus actores luchan por establecer un orden impuesto por ellos mismos. Más adelante, un intento de rebelión es controlado por Alex mediante una efectiva combinación de violencia y aparente confianza. La traición de la dupla Georgie-Dim le hace perder el liderazgo de su banda, salir de aquel círculo de poder para entrar a otro más amplio y complejo donde desempeñara un papel diametralmente opuesto.
La prisión y el control ejercido por la policía constituye un segundo círculo de poder. La rigurosa disciplina carcelaria crea un contraste con la actitud benevolente de Alex que se ira adaptando, hasta culminar con su participación dentro del "Tratamiento Ludovico", un experimento médico que pretende curar la violencia como un mal social que se debe erradicar.
Un tercer círculo de poder se representa por la autoridad de Ministro del Interior, las decisiones políticas respecto a la seguridad social modifican la apreciación de la gente respecto a un gobierno en vísperas electorales. El "Tratamiento Ludovico" es una estrategia arriesgada pero justificada a causa del repunte del partido opositor al Gobierno. La aparición del Gobernador, por demás subordinada a las decisiones del Ministro del Interior, se limita a ratificar, aunque con cierta inconformidad, el tratamiento para Alex.
Un individuo que, impelido hacia el mal deberá, por consecuencia, mostrar un buen comportamiento, constituye una noción negativa del problema: el resultado es un sujeto incapaz de decisión moral alguna. Arrojado nuevamente a la sociedad, Alex se encontrara indefenso ante la violencia del Otro. Ante este problema, nuevamente será el interés político-electoral del Gobierno el que intente subsanar el error, incorporando a Alex a un mundo más promisorio, con un empleo y un sueldo estable, logrando un pacto, en apariencia, de mutua colaboración. Dicho acuerdo entre Gobierno y ciudadano deviene en teatralidad frente a los medios de comunicación ya que su recuperación no es otra cosa que su plena incorporación a un sistema de control social.
Finalmente, en este film es posible comprender la circularidad del poder como forma de control social: los círculos de poder operan como campos, con leyes y normas propias que regulan la actuación de los sujetos a su interior. Pero, a pesar de que existe la necesidad de estructurar nuevos campos, el control social tiene como función evitar dichas derivaciones con el fin de conservar el poder y la hegemonía, un fenómeno que Stanley Kubrick va a desarrollar magistralmente en este film.