Para el hombre medieval el gusto ingenuo por lo inmediatamente placentero constituye una consciencia crítica del valor material en el contexto de la obra de arte. En el inventario del duque de Berry se consignan 3,000 objetos, dentro de los cuales 700 son cuadros y el resto objetos diversos: cuernos de monoceronte, el anillo de prometido de San José, cocos, dientes de ballena, conchas de los Siete Mares, un elefante embalsamado, una hidra, un basilisco (un género de lagarto), un huevo que un abad había encontrado dentro de otro huevo..., (Eco, 1999: 25-26) objetos extraídos de su contexto, coleccionados y presentados en un espacio museable, aunque aún incipiente. Lo que conecta al hombre medieval con el actual es el asombro por los objetos extraestéticos, sus atributos formales, narrativos, míticos, experienciales; sin embargo, hay algo que trasciende históricamente en el hombre y es su atrevimiento para proponerlos como obra de arte.
Coleccionar implica desarrollar un criterio de determinación y selección de aquello que tiene un valor estético para la intersubjetividad del sujeto, es también vislumbrar un futuro ya que dicho objeto aún no se encuentra legitimado como obra de arte, esto quiere decir que, es siempre y en todo momento una propuesta creativa.
Por otro lado, coleccionar reproducciones nos plantea el hecho de la obra original benjaminiana y su aura de unicidad: mientras que para Walter Benjamin la obra original posee en sí misma una cualidad particular derivada de la realización del artista, de la acción sobre el soporte, de la intencionalidad del acto creativo, del paso del tiempo y, en términos generales, de la autenticidad de la obra (Benjamin, 2003); para Theodor Adorno la reproductibilidad de la obra de arte será una de las características del arte moderno, es un acto de negación a la obra única y de afirmación de la socialización de la obra de arte mediante las técnicas de reprografía o, en el mejor de los casos, de la copia realizada por un hábil pintor. (Adorno, 1971) El coleccionismo es también un gesto filosófico, un ejercicio de la memoria (Ravinovich, 2007).
"La Fabiola" de Francis Alys
La Fabiola es una instalación de Francis Alys que consta de 300 reproducciones en diversos formatos y técnicas, de un personaje femenino que proviene de un cuadro llamado “Fabiola al velo rojo” del pintor Jean-Jacques Henner (1829-1905), obras que fueron obtenidas por Alys en sus recorridos por mercados de arte y casas de anticuarios en México y Europa.
La obra original, aunque desaparecida, fue presentada en el Salón de París en 1885, solo se conservan grabados de la época y bocetos que se encuentran en la Casa Museo Jean-Jacques Henner.
Fabiola era probablemente una santa que vivió en la antigua Roma hacia el siglo IV d. C., y su hagiografía permaneció olvidada hasta mediados del siglo XIX cuando el cardenal británico Nicholas Patrick Wiseman publicara su libro “Fabiola o la Iglesia de las Catacumbas” en 1854.
El gusto estético del romanticismo decimonónico idealizaba a las heroínas. Sacadas de los relatos bíblicos y las novelas históricas, las representaban con sencillez en la composición, con gesto enigmático y hasta distante, los soportes de algunas obras nos habla de su carácter anónimo y popular, serán el bordado, la pintura sobre terciopelo o con semillas de colores, algunos de los soportes más recurrentes. García Lorente en su libro Historia de la crítica del arte, muestra el auge del simbolismo y la vuelta a la forma clásica en esa época, las diferencias entre los asiduos al Salón de París, los independientes y los aislados, aunque muestra la vigente relación de la pintura con la literatura (véase el caso de Odilon Redon y Edgar Allan Poe, por citar un caso), el recuperar la temática hagiográfica de un texto sagrado era una tendencia poco apreciada ante la irrupción del simbolismo. (García Lorente, 2005)
Las palabras de Theodor W. Adorno contra la cuestión del origen de la obra de arte pueden ser un punto de partida para conocer la obra que hoy nos ocupa, La Fabiola de Francis Alys:
“La definición de lo que sea el arte siempre estará predeterminada por aquello que alguna vez fue, sólo adquiriendo legitimidad por aquello que ha llegado a ser y, por aquello que quiere ser y quizá pueda ser.” (Adorno, 1971)
En efecto, la obra de arte es un tiempo múltiple que, toma del pasado su fundamento, que se legitima en el uso actual que hacemos de ella y que se proyecta utópica y prospectivamente hacia un futuro, hacia lo puede llegar a ser.
Francis Alys nace en Amberes, Bélgica en 1959, estudia arquitectura en Venecia y en 1987 llega a la Ciudad de México para participar como ingeniero en la reconstrucción de la ciudad tras los sismos de 1985; desde esa fecha se establece en México definitivamente para desarrollar su trabajo como artista a través del video, el arte acción, la pintura, el dibujo y la escultura. Para Francis Alys, el coleccionismo constituye un recurso habitual, sus primeros trabajos como The collector (1990-1992) es la acción de recoger fragmentos metálicos abandonados en la vía pública de la Ciudad de México a partir de una pequeña escultura magnética sobre ruedas. En The seven lives fo garbage (1995) Alys tira a la basura siete esculturas idénticas fabricadas por él, esperando encontrarlas después en los puestos de venta de segunda mano.
Al acto de recuperar lo que ha sido abandonado, ignorado y otorgarle una nueva presencia habrá que añadir lo que implica la propia selección: en parte aleatoria, contingente; pero también razonada e intencional. Dice Benjamin en su obra Libro de los pasajes que:
“Al coleccionar, lo decisivo es que el objeto sea liberado de todas sus funciones originales para entrar en la más íntima relación pensable con sus semejantes. Esta relación es diametralmente opuesta a la utilidad, y figura bajo la extraña categoría de la compleción. ¿Qué es esta ‘compleción’? Es el grandioso intento de superar la completa irracionalidad de su mera presencia integrándolo en un nuevo sistema histórico creado particularmente: la colección.” (Benjamin, 2005)
En La Fabiola cada obra reproduce el original, sin embargo, no se trata de una reproducción industrial en serie, sino de obras imitativas de diversos pintores.
Conclusión
Si la constante es el personaje, las variables están en la técnica, en el detalle de la pincelada, del color, del formato y en el gesto artístico. Pero, cuando Francis Alys propone aquel corpus de obras coleccionadas como una obra original, ésta adquiere una dimensión simbólica: la obra es, de manera simultánea, trescientos y uno.
Las múltiples lecturas nos llevan de la idea de objeto como obra única e irrepetible a un objeto que adquiere sentido a partir de su replica o reproducción: si en algún momento la repetición de elementos nos conducía al horror vacui, ahora estamos ante la repetición dotada de sentido.
Otras lecturas develarán la diferencia entre lo real y lo aparente, donde lo real transita de la obra original del autor a la réplica y con ello hacer la distinción de una obra con respecto a la otra, en la que cada una puede ser aparente respecto a las demás, según el punto de vista del observador.
La distinción entre el modelo y la representación produce un juego interesante a diversos niveles: perdida la obra original, los bocetos y grabados resultan una primera réplica de la que, a su vez, se derivan otras muchas versiones en diferentes grados y que podemos observar en la instalación de Alys. De alguna manera, todas las obras son modelo y representación de un mismo leimotiv, produciendo un círculo de interpretaciones, todas ellas válidas y originales desde el punto creativo.
Aunque el concepto central en La Fabiola es el de la reproducción, esta es posible gracias a la idea de obra original, de las replicas y su variada interpretación, del coleccionismo como acto selectivo y creativo, de la distancia entre el conjunto de obras y la propuesta de todas como una obra totalmente nueva.
Referencias
Adorno, Theodor W. Teoría estética. Ediciones Taurus. Madrid, 1971.
Benjamin, Walter. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Editorial Itaca. México, 2003.
Benjamin, Walter. Libro de los pasajes. Akal. Madrid, 2005.
Eco, Umberto. Arte y belleza en la estética medieval. Editorial Lumen. España, 1999.
Lorente, Jesús-Pedro. Historia de la crítica del arte. Textos escogidos y comentados. Prensas Universitarias de Zaragoza. España, 2005.
Rabinovich, Silvana. “Walter Benjamin: el coleccionismo como gesto filosófico”. En Revista Acta Poética. Instituto de Investigaciones Filológicas. Universidad Nacional Autónoma de México. Vol. XXVIIII, No 1-2, 2007. En línea: http://www.journals.unam.mx/index.php/rap/article/view/17447 (Consultado el 02/04/15)